Iº Domingo de ADVIENTO
Hay en el mercado muchas ofertas de salvación. Son religiones a la carta en las que cada uno diseña, incluso ayudado por la Inteligencia artificial, cómo quiere salvarse y quien va a ser su salvador. Pero la frustración termina despertándonos de este sueño. El auténtico Dios no se diseña a nuestro antojo, sino que se descubre, se acepta y se le ama: descubrir a Dios es antes que nada «sentirse amado por Él». El amor es el lenguaje y la palabra definitiva de Dios.
Cuando buscamos a Dios, lo mejor es «dejarse encontrar por Él». Dios, lleva tiempo buscándonos, incluso a veces camina al paso de nuestra sombra. Pero Dios es respetuoso con su criatura: no le obliga, sino que se ofrece a su libertad, para ser acogido. En el amor la violencia, física o síquica, es su negación. No se puede amar a la fuerza.
Iniciamos el Adviento, cuatro semanas de espera y esperanza para rememorar el tiempo grandioso de la Navidad: cumbre de la generosidad divina, en la que Dios se acerca tanto al hombre que «se hace uno de los nuestros». Y a todos se nos regala la posibilidad de ser «hijos de Dios».
La historia de Israel, pueblo elegido de Dios, es una historia de frustraciones. Hasta los propios reyes decepcionaron las esperanzas que en ellos puso el pueblo de Dios. Querían diseñar a su propio dios, ponerlo a su servicio; incluso, se autoengañaban colgando del poder humano su esperanza de salvación. Sintiéndose defraudados, suspiran: ¿cuándo vendrá el auténtico Salvador, el Mesías?
El profeta Jeremías vaticina que el tiempo está cerca: la salvación prometida por Dios a todos los seres humanos es una salvación donada gratuitamente por el Creador, que sólo necesita la aceptación de la criatura. Dios, nos envía a su propio Hijo como el único Mesías capaz de colmar las esperanza de salvación y vida de los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Hoy, el Evangelio de san Lucas nos recomienda que estemos atentos a esta gran noticia. Nos advierte el evangelista: ¡Levantaos, alzad la cabeza! Se acerca vuestra salvación. La salvación está cerca, pero corren tiempos en los que se embota la mente con el vicio y la preocupación por el dinero, el poder o la superficialidad de una vida vivida a golpe de sentidos -tacto, gusto, vista- y se olvida el poder de la palabra y la expresividad del beso del amor.
Adviento no es sólo el recuerdo histórico del Nacimiento del Hijo de Dios en Belén; es, también, un anuncio de la segunda venida del Mesías al final de los tiempos, cuando el Señor juzgará con justicia a los pueblos. No sabemos ni el día ni la hora. Cada Adviento nos recuerda que el Señor, el Hijo de Dios, «sigue viniendo» y se presenta a la puerta del corazón de cada uno de nosotros y nos pide que le acojamos como Salvador. Y espera que le abramos y le acojamos: ¡esto es la conversión! En Adviento, Dios vuelve a confirmarme su amor.
Tuit de la semana: Alza la cabeza y despierta tu esperanza: Dios Salvador te promete su compañía hasta el final de la vida. ¿Sientes su presencia?
Alfonso Crespo Hidalgo