
VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Hay palabras gastadas, manoseadas. Palabras que, de tanto pronunciarlas, pierden su brillo interno y se quedan como los globos, de fuerte colorido pero llenas de aire. Amor, fraternidad, tolerancia, solidaridad, entrega, heroísmo, perdón… suenan ya a simple sermón de siempre o a frases grandilocuentes de políticos en tiempos de elecciones, y de los que no nos fiarnos.
Cuando se pierde el sentido de Dios, los grandes valores y las palabras que lo expresan pierden consistencia, y quedan a merced de interpretaciones interesadas y vacías.
Se ha extendido entre nuestro pueblo la conciencia, la «mala conciencia» mejor dicho, de que lo mejor es «que cada uno vaya a lo suyo», así nadie interfiere en la vida del otro. Y no nos hemos dado cuenta que esta actitud tan sólo puede provocar el caos: si cada uno tira del pico de su manta, al final todos quedamos al descubierto. No se puede construir un mundo con un abismo de egoísmos respetados: el amor no es indiferente, sino que se alegra, sonríe, ayuda, sufre… El amor nos hace humanos, afortunadamente vulnerables.
Una sociedad se regenera y va tomando vida y fuerza cuando comienza de nuevo a llenar de contenido las grandes palabras. Cuando al oír amor, puedo señalar con el dedo a muchas personas que aman; cuando al gritar fraternidad, podemos sentirnos realmente abrazados; cuando pronunciamos tolerancia y estamos mirando sin ira al espejo de los ojos del diferente a mí; cuando reclamamos solidaridad y lo hacemos desde la acera del más desvalido, no desde el sillón cómodo de mi abundancia; cuando pronunciamos perdón y estamos ya olvidando la ofensa y tendiendo la mano.
En la primer lectura, el rey David se muestra generoso con su antagonista Saúl, perdonándole la vida y rompiendo el círculo vicioso del ojo por ojo…. El salmo de hoy, describe a Dios con dos palabras hermosas, profundamente humanas: el Señor es compasivo y misericordioso. Estas cualidades de Dios están en la conciencia y el corazón de su Hijo Jesús e inspiran sus consejos en el evangelio de hoy: a vosotros, los que me escucháis os digo; amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian… al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra… Y el Maestro de Nazaret continúa con una serie de consejos asombrosos: no juzguéis, y no seréis juzgados, dad y se os dará… con la medida que midiereis se os medirá a vosotros. ¿Sólo bellas palabras?
Hay alguien que entendió mejor que nadie como las grandes palabras adquieren autenticidad cuando alguien no solo las predica, sino que las vive. Jesucristo el Señor, que pasó haciendo el bien, devolvió con el testimonio de su vida la belleza de la verdad a grandes palabras como amor o perdón, invitando a perdonar ¡hasta setenta veces siete! Cuando nos encontramos con alguien que hace lo que dice y presenta proyectos llenos de altura e ilusión ¿no vale la pena seguirle y ser de los suyos?
Tuit de la semana: Pensemos en las grandes palabras: amor, perdón, fraternidad, igualdad, tolerancia… ¿Son solo palabras… o las intento vivir?
Alfonso Crespo Hidalgo