
La lectura de hoy toca la fragilidad humana. Es una de las «páginas densas del Evangelio». Nos revela una verdad profunda, cargada de realismo antropológico: los tres evangelistas sinópticos, narran que el mismo Jesús, en su condición humana, fue tentado por el Maligno. Lucas, en el evangelio de hoy, nos resaltan que fue tentado por tres veces. La astucia del Maligno revistió la tentación apetitosamente, con tres suculentas seducciones: el placer -en este caso la comida-, el poder y el prestigio. Y, es natural que si fue tentado el Maestro lo sean también sus discípulos: tú y yo.
La escena es profundamente humana. Jesús, que pasa un tiempo en el desierto, sufre la tentación. El mismo Hijo de Dios, se somete a la realidad existencial de la posibilidad de hacer el bien o el mal, de buscar lo que agrada a Dios o lo que agrada al propio egoísmo. Jesús es tentado por el demonio. Con frecuencia confundimos la tentación con el pecado. Creemos que es un todo indisoluble. Pensamos que a la tentación no hay más salida que la caída. Pero, no es así. La tentación, que es sólo un asalto, puede ser vencida en el combate final. No es lo lógico la derrota, hay que aspirar a la victoria.
Las tentaciones, van con nosotros y nos asaltan a lo largo de nuestra vida. Unas veces, nos sentimos fuertemente recompensados cuando nos presentamos ante Dios para darle las gracias por la tentación vencida: conseguimos armonizar nuestra vida con nuestra condición de creyentes y rehuimos la tentación y evitamos el pecado. Otras, sucumbimos a la tentación y nos presentamos ante el Señor con humildad: Miserere mei… misericordia, Señor, he pecado contra Ti. Y ante Él imploramos su perdón. Victoria y derrota es nuestra historia.
No podemos soñar un mundo sin pecado, mientras vivamos en nuestra carne mortal. Y por tanto no es posible evitar las tentaciones. El mismo Jesús se nos muestra en el Evangelio de hoy como ejemplo de un hombre tentado por el demonio. Como dice san Pablo quiso parecerse en todo a nosotros menos en el pecado.
La sagacidad del demonio nos deja tres «tentaciones tipo»: Jesús es tentado de «vivir solo de lo material» (afán de tener y poseer), de «deseos de poder» (querer dominar la tierra, como dioses), de «afán de prestigio» (ser admirado y envidiado). Son tentaciones «muy humanas», por frecuentes. Son presentadas «camufladas de bien» como todas las tentaciones. El Maestro, nos deja una enseñanza hecha vida: nos muestra la posibilidad de vencer y salir triunfante, nos indica el camino de la victoria. Rechazará la tentación con firmeza: no sólo de pan vive el hombre; sólo al Señor tu Dios, adorarás; no tentarás al Señor, tu Dios…
El relato concluye con una observación: acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión. Sí, la tentación siempre vuelve. No vale la victoria de hoy para la batalla de mañana; aunque cada victoria refuerza el deseo del triunfo final. Para vencer la tentación, necesitamos la presencia de Dios en nuestro corazón. Jesús vence la tentación en el marco del desierto, lugar privilegiado de encuentro con Dios, de oración con su Padre. Recuerda: «la gracia de Dios es más fuerte que el pecado».
Tuit de la semana: En el Padrenuestro pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación. ¿Rezo para no caer? La peor tentación es no levantarme.
Alfonso Crespo Hidalgo