XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
«El bien puede florecer incluso en el campo enemigo». Somos muy celosos de lo nuestro y, cuando nos sentimos cerca de Dios, podemos creer que tan solo los míos, los que piensan como yo, son dignos de Él. Pero, el Reino de Jesús no es exclusivo de unos pocos: todo lo que es bueno, lo que beneficia al ser humano, es signo de este Reino, aunque no se tenga un carnet de pertenencia al mismo. Jesús reclama: No se impida hacer el bien a nadie, aunque no sea de los nuestros. Y nos deja una consigna viral: El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
El Evangelio nos sitúa ante la radicalidad del Reino de Dios. El Reino de Jesús «no es de este mundo» porque va «contracorriente», no es «políticamente correcto». Es un Reino exigente en las formas de relación: no permite que nadie, en nombre de una supuesta autoridad o sabiduría, dañe a los sencillos de corazón: Quien escandalice a un pequeño, más le valdría tirarse al mar con una rueda de molino al cuello. Es un Reino abierto a los que no cuentan, pero tienen un corazón grande, como el de un niño.
Jesús reclama «transparencia de corazón» en aquellos que quieran seguirle y pertenecer a su Reino. Incluso, en aras de esa transparencia de corazón, pide al discípulo que se corte la mano o el pie y se saque el ojo si, con uno se esos miembros de su cuerpo, pudiese cometer el mal. La expresión tiene algo de exageración. Pero el Maestro quiere mostrar, con estos ejemplos gráficos, la radicalidad de su enseñanza: no se admiten medias tintas en aquellos que quieren ser de los suyos. Aquí, «no se admiten tránsfugas». Pero esta radicalidad no es una intransigencia que excluye: Jesús promete que quien haga algo bueno por uno de los suyos, de los más pequeños, será tenido en cuenta: quien os dé un vaso de agua, será recompensado. La bondad de Dios no tiene círculos cerrados, sino que está abierta a todos los que tienen un corazón compasivo. Cuando nuestras calles se llenan de rostros sedientos, se requiere de los discípulos del Reino ver en sus caras el rostro de Cristo: «darle un vaso de agua al pobre es calmar la sed de Dios».
Ser discípulo de Cristo, reclama caminar al lado del Maestro. Y para ir en su compañía se requiere aceptar el misterio de su persona y las exigencias amorosas de su mensaje y acompasar nuestros pasos al ritmo de Dios. «Hágase tu voluntad así en tierra como en el cielo», rezamos en el Padrenuestro.
Tuit de la semana: Las obras de misericordia pertenecen a una sociedad alternativa: la del Reino de Dios. ¿Conozco las obras de misericordia y las practico?
Alfonso Crespo Hidalgo