XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
«Ante el amigo no hay que medir las palabras». Cuando dos personas dialogan es fundamental que se identifiquen. Cuando el diálogo es franco y leal, cada uno intenta decir con claridad quién es y qué pretende. Entre amigos el diálogo fluye, porque «no hay que medir las palabras».
En el Evangelio de este domingo, Jesús quiere dialogar con sus discípulos y les plantea una pregunta esencial: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos, responden con las opiniones y rumores que confunden a Jesús con un profeta o con Juan el Bautista reencarnado. Pero, Jesús se hace más directo y mirando a sus apóstoles, le lanza la pregunta: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Y es Pedro, el amigo primordial de Jesús, el que responde correctamente: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
Una vez identificado, Jesús les habla de sí mismo: Jesús se revela a sí mismo y nos dice quién es Él y cómo debemos pensarlo y concebirlo. Y no se anda con tapujos. De golpe les espeta: El Mesías tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado, ser ejecutado y resucitar a los tres días. No es precisamente un camino de rosas lo que le espera al Mesías deseado.
El amigo Pedro, quiere recortar este camino y endulzar su andadura: le gustaría un camino más fácil. Primero para ayudar al Maestro y de paso a los discípulos … Y Jesús es tajante: ¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres y cómo Dios! Y lanza un órdago: si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Y cierra su enseñanza con una sentencia, que hemos convertido en viral: ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su alma?
Hoy, necesitamos retomar la pregunta primordial y lanzarla al público: ¿Quién es Jesús? Quizás la respuesta de nuestros vecinos y muchos de nuestros amigos, sea tan imprecisa como la de aquellos discípulos y le vean simplemente como un gran personaje de la historia, que incluso la ha dividido en «antes y después de Cristo», o un gran reformador de la sociedad con una doctrina atrayente, o simplemente un hombre bueno. Es mucho, pero, ¿nada más que eso es Jesucristo?
Jesús, dirige su pregunta directamente a mí, mirándome a los ojos: «¿Quién soy Yo para ti?» Sólo quien es amigo de Jesús, quien le ha tratado puede responder con la sinceridad y la valentía de Pedro: ¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo! Esta confesión, que no solo es una confesión de fe, sino también una declaración de amor, exige seguirle en su destino: a veces, seremos perseguidos, condenados y crucificados… pero la resurrección está en el horizonte. Jesús nos promete que «quien pierde la vida por Él, la gana para la eternidad».
Tuit de la semana: Cristo me mira y me pregunta: ¿Quién soy Yo para ti? Mi respuesta ¿brota de lo aprendido en el Catecismo o de mi experiencia de trato con Él?
Alfonso Crespo Hidalgo