XVI del TIEMPO ORDINARIO
El Evangelio también hace terapia de grupo. El relato de hoy es de una actualidad impresionante. Nos describe una situación corriente. Los discípulos dan cuentas al Maestro de cómo les va la vida: los discípulos volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Y Jesús, ante tanta actividad, les invita simplemente a descansar: Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco. Y explica el evangelista: eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer.
Pensamos que el estrés es algo moderno y, sin embargo, ya en el evangelio de hoy se comenta un estrés escondido: los primeros discípulos están tan agobiados, que no tienen tiempo ni para comer. Y Jesús, Maestro, inicia una terapia de grupo: busca un tiempo y un lugar adecuado para descansar: se fueron en barca a solas a un lugar desierto. También, Jesús, es capaz de hacer el «milagro del descanso»: buscar tiempo y soledad.
Se piensa que el hombre actual, esclavo de una sociedad de la eficacia, está perdiendo capacidad para celebrar, hacer fiesta y disfrutar hondamente de la vida; en una palabra: «no sabe descansar». El activismo, «la actividad desnuda de sentido» marca la vida de muchos hombres y mujeres de hoy. Su problema es que, al dejar su trabajo y no estar ya ocupados por las obligaciones habituales, se encuentran con su propio vacío y su incapacidad de comunicarse, con un poco de ternura en los ojos, con las personas más cercanas. Y entonces, nos agarramos al móvil para hablar con el anonimato de la lejanía. No sabemos dedicar algún tiempo al espíritu, y convertimos las vacaciones en una huida alocada, y el descanso en un esfuerzo vano por llenar el vacío interior, acumulando experiencias nuevas, dejándonos explotar de manera infantil por la industria del tiempo libre. El descanso, engendra tedio y desazón, cuando no sabemos abrirnos a la riqueza de mi interior y al gusto de la oración: el trato de amistad con Aquél que es fuente de vida y de libertad. El auténtico descanso es una especie de «recreación» que nos libera de nuevo para la vida y el amor y nos hace «redescubrir» las relaciones que nos humanizan: Dios, los otros, la madre naturaleza.
El descanso alcanza su pleno sentido cuando nos devuelve renovados a la actividad. Así nos lo enseña Jesús, cuando, después del descanso, de nuevo llega la multitud, se compadece de ella, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma. Se retoma la tarea, el trabajo, el ministerio, pero después del descanso reparador de los discípulos con su Maestro: su ejemplo de un tiempo exclusivo para la oración a solas con su Padre, es medicina saludable y recomendada contra el estrés.
Tuit de la semana: Programar el descanso es de sabios. ¿En mi descanso, disfruto con calma de mis relaciones con Dios, con los demás y con la naturaleza?
Alfonso Crespo Hidalgo