¿Somos nosotros de esos que se alegran sinceramente del bien de los demás? ¿O acaso nos disgusta que los otros puedan conseguir lo que nosotros no logramos? ¿Nos conformamos con lo que recibimos o nos quejamos porque creemos que merecemos más? ¿Quiénes son mejores: ellos o nosotros? Si somos capaces de responder honestamente a estas preguntas y estamos dispuestos a modificar nuestro orgullo habremos entrado en el camino de la humildad. Ahí encontraremos la dicha que nos lleva a ser mejores.
La meta de cualquier cristiano es la santidad, siguiendo así las enseñanzas del Maestro. Alcanzarla es difícil, pero nunca imposible. Requiere de cada uno de