Solemos ser propensos a guardar en nuestro interior y no olvidar los agravios que nos hacen. En cambio, a menudo damos poca importancia cuando nos hacen un bien. Es como si lo malo tuviera para nosotros más importancia que lo bueno. De igual forma nuestra relación con el Señor nos lleva frecuentemente a quejarnos de que no recibimos determinados favores y, en cambio, se nos dan penas, dolores y calamidades Nuestro egoísmo es un mal que haríamos bien en ir desterrando de nuestras vidas porque no se corresponde con lo que se nos enseña en el Evangelio.

Si deseamos ser perfectos, meta a la que debemos aspirar como creyentes, porque es lo que se nos pide, debemos convencernos de que nunca encontraremos