Acercarnos a comer el cuerpo de Cristo nos tiene que llevar a compartir mucho más de lo que compartimos. Empezando por abrir nuestro corazón a los que nos rodean. Sin miedos preconcebidos. Servirlos cuando sea necesario, aunque no nos lo pidan. Escucharlos cuando nos digan algo. Acompañarlos siempre que lo necesiten. No tener en cuenta sus fallos, ni reprocharles lo que hacen mal. Quererlos, en definitiva, al estilo que Cristo nos ha marcado. La Eucaristía, nuestra fiesta principal, es alegría compartida. No la despreciemos.
![La perfecta alegría no puede existir sino en la perfecta entrega de sí mismo a Dios y a los Hombres – San Luis Orione La perfecta alegría no puede existir sino en la perfecta entrega de sí mismo a Dios y a los Hombres – San Luis Orione](https://live.staticflickr.com/65535/48383646507_009feb9157_o.png)
Entregarnos del todo. Sin reservarnos nada para nosotros mismos. Entregarnos por completo a Dios y a los hermanos. Esto es lo que se nos pide