Gracias, Señor, por este nuevo día que nos regalas. Gracias por seguir amándonos, pese a que no somos merecedores de ello. Gracias porque no nos abandonas, aunque nosotros te traicionemos, te engañemos y te neguemos con nuestros comportamientos. Gracias por haber sacrificado tu vida por nosotros. Gracias por tu inmensa bondad. Gracias por habernos llamado a ser seguidores tuyos, aunque seamos indignos de ello. Gracias por cada segundo de vida que nos das para que podamos corregir el rumbo de nuestras vidas.
Resulta muy fácil escabullirse entre las mentiras, las medias verdades y los silencios cómplices. Porque, a menudo por no decir siempre, decir la verdad conlleva