A menudo los actos que realizamos con los que nos rodean son de una gran sencillez, como una sonrisa, un «buenos días», un «cómo estás»… Es en esas cosas pequeñas donde podemos practicar la virtud de servir, para así contribuir a crear una sociedad menos egoísta, donde desterremos las enemistades para que la caridad sea la norma bajo la que nos cobijemos. Es fácil tratar a los demás con respeto, cariño y espíritu de servicio.
La meta de cualquier cristiano es la santidad, siguiendo así las enseñanzas del Maestro. Alcanzarla es difícil, pero nunca imposible. Requiere de cada uno de