SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
Con sabor femenino. Todos hemos cantado: A Belén, pastores... El canto popular ha inundado nuestras celebraciones. Aquellos sencillos pastores fueron testigos asombrados del mayor de los milagros. Ellos, sorprendidos, fueron los primeros que contemplaron el «primer portal de Belén»: encontraron al Niño en el pesebre, con María y José. En ellos, María mostró al Niño a mundo, para que todos lo adoráramos.
Este día podemos titularlo el día del embeleso. Podemos preguntarnos, con santa curiosidad: ¿Cómo contemplaría María a su Hijo? ¿Cómo era su mirada? San Papa Juan Pablo II nos puede ayudar a descubrirlo, releyendo un pasaje de su Carta sobre el Rosario: «La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún.
Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia en su seno y a imaginar sus rasgos. Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre. Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás de Él. Será a veces una mirada interrogadora, como en el episodio de su extravío en el templo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?... otras veces será una mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz, donde todavía será, en cierto sentido, la mirada de la parturienta, ya que María no se limitará a compartir la pasión y la muerte del Hijo, sino que nos dará a luz a todos como hijos adoptivos a acoger al discípulo Juan. En la mañana de Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección...».
María, que engendró al Hijo de Dios, se convirtió en su primera discípula, pareciéndose a su Hijo y apropiándose todos sus rasgos. Agradecemos a Dios que, en la fiesta de su Madre, podamos también decir: ¡Madre nuestra!
En este primer día del año, «Día de la paz», invoquemos la antigua bendición de Dios sobre el pueblo elegido: El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz.
+ Leyendo el Catecismo (n. 495): «Llamada en los evangelios la Madre de Jesús, María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como la madre de mi Señor, desde antes del nacimiento de su Hijo. En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo del eterno Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios»Tuit de la semana: Hoy afirmamos: ¡la Madre, se parece al Hijo! Quien dio a luz al Hijo de Dios, se convirtió en su primera discípula. Como María, ¿yo quiero parecerme a Jesús?
Alfonso Crespo Hidalgo