II DOMINGO DE CUARESMA
Un encuentro en la cumbre. Los periódicos señalan como un «encuentro en la cumbre» una reunión de altos mandatarios para afrontar un problema que afecta a la mayoría de la humanidad. En la página del evangelio de hoy, Jesús convoca un encuentro en la cumbre: llevó a Pedro, Santiago y Juan a una montaña alta y se transfiguró ante ellos... se aparecieron Elías y Moisés conversando... Y Pedro dijo: Maestro, ¡qué bien se está aquí! En la cumbre se reúnen Jesús, el Maestro; Pedro, Santiago y Juan, los nuevos discípulos; Moisés y Elías, la ley y los profetas. De pronto, irrumpe una voz que sale de una nube, signo bíblico de la presencia de Dios, y en la majestad de la cumbre del monte, proclama, señalando a Jesús: ¡Este es mi Hijo amado, escuchadlo! Sus vestidos brillaban como el sol.
En un encuentro en la cumbre, es esencial el diálogo. En esta cumbre, se señala a quien hay que oír: ¡Este es mi Hijo amado, escuchadlo! Sin embargo, hoy, encerrados en nuestros propios problemas, pasamos junto a las personas sin apenas detenernos a escuchar. También, a los cristianos se nos ha olvidado que ser creyente es vivir escuchando a Jesús. Solamente desde esa escucha, cobra su verdadero sentido y originalidad la vida cristiana. Más aún, sólo desde la escucha nace la verdadera fe.
La experiencia de escuchar a Jesús puede ser desconcertante. Podemos descubrirlo como alguien distinto al que habíamos imaginado. Incluso, puede suceder que, en un primer momento, decepcione nuestras expectativas. La persona de Jesús, siempre sobrepasa los esquemas normales. Sentimos que nos arranca de nuestras seguridades e intuimos que nos conduce hacia la verdad última de la vida. Una verdad que nos cuesta aceptar. Encontrarse con Jesús es descubrir, por fin, a Alguien que sabe por qué vivir y por qué morir. Alguien que se ofrece como Camino, Verdad y Vida.
Cuando escuchamos a Jesús, caminamos con una luz nueva, como Abrahán, el amigo de Dios, que, a pesar de no comprender la exigencia de Dios de ofrecerle a su Hijo, obedeció; y su obediencia, le hizo padre de multitudes más numerosas que las estrellas del mar o las arenas de la playa. Si le contemplamos y escuchamos, podemos gritar como san Pablo a los romanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Al escuchar a Jesús, comenzamos a descubrir cuál es la manera más humana de enfrentarse a los problemas de la vida y al misterio de la muerte. Nos damos cuenta dónde están las equivocaciones y errores de nuestro vivir diario. Pero, esta sensación, no nos lanza a la soledad del fracaso, sino que nos inunda de alegría porque descubrimos que nuestra peregrinación en la tierra, tiene una meta, como canta el salmo de hoy: Caminaremos en presencia del Señor, en el país de la vida...
Tuit de la semana: Escuchar al Maestro nos alienta a vivir la vida presente y aguardar la eterna. ¿Camino con esperanza, a la escucha de lo que Jesús me dice?
Alfonso Crespo Hidalgo