I DOMINGO DE CUARESMA
La Iglesia es Madre y Maestra y nos guía por las sendas de la vida, ayudándonos a parecernos a nuestro Padre Dios: a ser más santos, como Él es. Con su sabia pedagogía nos pone delante de los ojos y del corazón este tiempo de Cuaresma, tiempo de preparación para la Pascua. Pero, en el camino hacia la santidad, encontramos piedras de tropiezo; surgen conflictos que nos detienen en la cuneta de la vida; incluso, a veces, con ganas profundas de tirar la toalla y dejarnos caer en el desaliento, rehuyendo comenzar de nuevo: es la tentación.
La lectura de hoy es una de las «páginas densas del Evangelio». Nos revela una verdad profunda, cargada de realismo antropológico: el evangelista Marcos narra que el mismo Jesús, en su condición humana, fue tentado por el Maligno; los evangelistas Mateo (cf. 4,1-11) y Lucas (cf. 4,1-13 nos resaltan que fue tentado por tres veces: la astucia del Maligno revistió la tentación apetitosamente, con tres suculentas seducciones: el placer -en este caso la comida-, el poder y el prestigio. Y, es natural que, si fue tentado el Maestro, lo sean también sus discípulos: tú y yo.
Pero la tentación no es ya el pecado. Jesús fue tentado, pero no sucumbió a la tentación: no pecó, sino que apartó la tentación y no cedió a ella. El Maestro nos ofrece una pedagogía ejemplar para vencer la tentación y no sucumbir: la tentación hay que rechazarla de plano, sumando a la razón la fuerza de nuestra voluntad. Quien se recrea en la tentación, aunque sea brevemente y con excusas, acaba sumergiéndose en el pecado.
Parece anticuado, hoy, hablar de tentación y pecado. Sin embargo, si lanzamos una mirada sincera a nuestro alrededor, sin miedo a lo políticamente correcto, la abundancia de pecado nos envuelve, aunque se evite pronunciar su nombre. ¿No es pecado el egoísmo, el despilfarro, la corrupción, el desencanto político, el paro de tantos, la desconfianza mutua, el maltrato de niños, el abandono de ancianos, la violencia sexual, la intransigencia educativa, el desnorte de la juventud...y todo ese largo etcétera que son portada habitual de tantos periódicos y noticia de muchos telediarios? Si existe el pecado es porque existe la tentación: esta, es la antesala de la caída.
El cristiano no puede ser catastrofista. El creyente mirando a Jesús, descubre que «es más fuerte la gracia que el pecado». Como Jesús venció, nosotros podemos también vencer, aunque la tentación se camufle. Y para ello es esencial la oración: «no os dejes caer en la tentación», pedimos en cada Padrenuestro.
Tuit de la semana«No nos dejes caer en la tentación», rezamos en el Padrenuestro. ¿Vigilo y rezo para no sucumbir y si caigo, sé que la peor tentación es no levantarme?
Alfonso Crespo Hidalgo