XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
«Hace oír a los sordos y hablar a los mudos», dice el Evangelio, alabando a Jesús, y concluye: ¡Todo lo ha hecho bien!
El lenguaje humano es esencial en la comunicación. Posee una variada gama de sonidos, timbres, tonalidades, pausas y acentos. De ordinario es acompañado por gestos expresivos. A veces, las palabras sobran: es suficiente una mirada, un abrazo, un gesto sencillo. Pero, de ordinario son esenciales las palabras. La palabra revela a quien la pronuncia, es lazo de comunicación humana, unifica o disgrega. El oír y el hablar son necesidades vitales del hombre. Por eso, se ha creado un lenguaje para sordomudos.
El Misterio de la Santísima Trinidad se nos revela como un coloquio de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. En un gesto supremo de amor, Dios se hace Palabra en la persona de su Hijo Encarnado: Jesucristo es presentado como la Palabra de Dios, el mensaje definitivo que Dios envía a los hombres.
En la primera lectura de hoy, el profeta Isaías, el poeta del Antiguo Testamento, emplea la palabra, acompañada de signos, para comunicarnos un mensaje profético: esta es la prueba de que se acerca nuestra salvación: se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. O lo que es lo mismo: Dios hace milagros. Y, precisamente hoy, en el Evangelio se narra un milagro sencillo: hace oír y hablar a un sordomudo. Este gesto de Jesús no tiene nada que ver con la magia, sino que como todo milagro está al servicio de la fe: Jesús labre primero el corazón de aquel hombre, para que después pueda oír el mensaje y hablar de las maravillas de Dios. El milagro primero, es abrir el corazón; después se abren los oídos y se suelta la lengua.
Todos sabemos que «no hay peor sordo que el que no quiere oír». Quizás, se necesite también, hoy, el milagro colectivo de que Dios abra oídos y suelte lenguas en la misma comunidad cristiana. Nos falta prestar atención a lo que Jesús nos dice y sobre todo hablar de los signos que ha hecho en favor de nuestra salvación: ¡faltan testigos! El testimonio cristiano es hoy más necesario que nunca. Cada uno de nosotros tenemos que abrir nuestros oídos al mensaje de Dios y sobre todo soltar nuestra lengua con valentía para hablar de Dios sin tapujos. Jesús nos invita hoy a poner mi dedo acusador en mi propio corazón y preguntarme: ¿me estoy haciendo el sordo?
Si dialogamos más con Dios, podríamos cambiar nosotros y hacer cambiar la sociedad, y se daría el milagro que anuncia el profeta: brotara agua del desierto y manantiales en la estepa. Dios sigue hablando, pero busca corazones que se abran y oídos que le escuchen.
Tuit de la semana: En los sacramentos, Dios nos toca con su gracia. ¿Doy gracias por los sacramentos recibidos y frecuento los que necesito: Penitencia y Eucaristía?
Alfonso Crespo Hidalgo