Lunes Santo
«La casa se llenó de la fragancia del perfume», señala el Evangelio. En este lunes santo, el Evangelio de la Misa nos relata un pasaje profundamente humano y enternecedor: María, la hermana de Lázaro el amigo del Señor, a la que la tradición identifica con María Magdalena, la pecadora «que amó tanto porque se le perdonó tanto», quiere mostrar su amor al Maestro ungiendo con perfume los pies del Señor, enjugándolos con sus lágrimas y secándolos con sus cabellos.
Al destapar el tarro de la esencia, la casa se inundó de su agradable olor. Para ella, es un derroche de amor. Para algunos discípulos un despilfarro y murmuran: se podía haber vendido y dar el dinero a los pobres. Pero el Maestro sale en su defensa: ¡dejadla, me está ungiendo para la sepultura! El perfume que se difunde es el amor que brota del perdón recibido.
El pasaje de Betania, la presencia de Jesús entre sus amigos Lázaro, Marta y María, nos recuerda la profunda humanidad de Jesús: tiene amigos, llora por Lázaro, necesita el descanso y el sosiego de los duros caminos del Evangelio. Esta profunda humanidad de Jesús va a culminar en una «muerte como la de cualquier hombre». Pero, sin embargo, es una muerte distinta. Es una muerte envuelta en el sudario del amor entregado, que inundará de perfume de amor y de perdón a toda la humanidad.
Este es el mensaje central de la Semana Santa: Cristo, murió por amor, para rescatarnos de nuestros pecados y espera respuesta de amor. Porque, como dice nuestro sentir popular, «amor con amor se paga». El desafío para el creyente es vivir esta Semana Santa como una semana de amor entregado: amor a Dios que muere por mí; y amor a Dios al más débil, más pobre, al más indigente de amor: los crucificados ocultos de nuestro alrededor.
El perfume de Betania debe inundar el ambiente de estos días. María, la hermana de Lázaro es un modelo para vivir la Semana Santa: junto a los pies del Señor, escuchando su palabra, compartiendo su dolor, esperando su Resurrección.
Ojalá que el incienso, que se elevará estos días por nuestras calles y que inundará nuestras iglesias, sea el agradable olor del perfume de Betania: el suave olor del servicio, del perdón, del amor agradecido al Hijo de Dios que muere por mí y que se desborda en amor desinteresado a quien me necesite. Es el perfume de Betania, el suave olor de la gratuidad.
Tuit del día: La caridad es un perfume discreto: hace notar la presencia de quien lo ofrece, sin humillar a quien lo recibe. ¿Abro, cada día, el tarro de mi caridad?
Alfonso Crespo Hidalgo