Acudir a María es tener la certeza de que acudimos a la madre que nos conoce, nos escucha y nos ayuda. Es más fácil llegar a Dios a través de ella, porque así lo dispuso Él, cuando nos la dio como madre. Nuestras plegarias, si son salidas del corazón, nunca la cansarán. Nuestros lloros encontrarán en ella el consuelo. No tengamos miedo en acercarnos, aunque estemos manchados del barro de los caminos, porque ella nos ayudará a limpiarnos, nos dará fortaleza e intercederá al Señor por nosotros. En sus brazos siempre encontraremos la paz y el consuelo.
Una persona rencorosa no va por buen camino. Quien desea ser buen cristiano, aparta de sí el rencor para poder abrazar a los demás con