Por mucho que nos empeñemos, no podemos prescindir de la cruz. Porque es en ella donde nació nuestra salvación, ya que Cristo la utilizó de llave para abrirnos la relación con Dios nuestro Padre. Muriendo en el madero nos dio la vida que nos convierte en hermanos y herederos suyos. Abracémonos a ella con todas nuestras fuerzas porque es donde siempre estaremos a salvo de caer en las miserias humanas. Cuanto más pegados a la cruz estemos, menos fuerza tendrán los vendavales que intentan desprendernos de Jesús.
La meta de cualquier cristiano es la santidad, siguiendo así las enseñanzas del Maestro. Alcanzarla es difícil, pero nunca imposible. Requiere de cada uno de