Cristo se ha quedado presente entre nosotros. Es su gran gesto de amor. Muere por nosotros y se nos da a sí mismo en el pan y el vino convertidos en su cuerpo y su sangre. Para alimentarnos. Para convertirnos en Él. Para animarnos a ser mejores. Para ayudarnos a crecer en la fe que nos ha regalado. En la Eucaristía encontramos el alimento completo para resistir los envites que intentan destruirnos y la fuerza necesaria para seguirle. Comulgar es empaparnos de Jesús y llenarnos de su amor para amar a los demás como Él nos pide.
Son los hechos de cada día, más bien de cada instante, los que demostrarán por nosotros si somos cristianos de verdad. Porque no es suficiente