Para llegar a la plena unión con Dios, que se producirá tras dejar este mundo terrenal, debemos contribuir, con el esfuerzo del que seamos capaces, y con todo el amor posible, a transformar esta sociedad nuestra, para que sea capaz de vivir en la esperanza auténtica: la que nos convierte en hijos de Dios y hermanos de todos.
Son los hechos de cada día, más bien de cada instante, los que demostrarán por nosotros si somos cristianos de verdad. Porque no es suficiente