Todas las etapas de la vida de un ser humano tienen su belleza, sus peligros y sus gozos e ilusiones. Todas ellas deben ser asumidas por la sociedad con responsabilidad. Pero por ser las más débiles, los niños y los ancianos requieren una mayor atención. Como creyentes que somos está en nuestras manos prestarles un cuidado exquisito y protegerlos. Son parte viva de nuestra sociedad. Están llenos de una riqueza que nos viene bien proteger por todos los medios.
Dicen que existen tantas verdades como personas hay. En esta sociedad donde el relativismo y el egoísmo parecen dominarlo todo, son necesarios creyentes dispuestos a