Nació en León entre los años 1120 y 1130. Sus padres, muy piadosos, hicieron la promesa de que el que quedara viudo, se apartaría del mundo e ingresaría en un monasterio. Muerta la madre, el padre entró en el convento de canónigos regulares de san Agustín de san Marcelo, en León, y se llevó con él a Martino, que era muy niño. En el convento pasó su infancia y parte de su juventud. Cuando murió su padre, repartió a los pobres todo lo que tenía y emprendió una larga peregrinación por diversos países que duró unos 30 años. De regreso a León, ingresó en el convento donde había vivido con su padre y fue ordenado sacerdote. Secularizado por decisión episcopal el convento de san Marcelo, Martino pasó a formar parte de la comunidad de san Isidoro, que estaba formada también por canónigos regulares. Allí vivió con gran austeridad, practicando el ayuno riguroso, sin comer nunca carne, y durmiendo en el suelo, sobre paja. Por las noches visitaba a los enfermos. Se distinguió por el celo en la observancia de las reglas, la caridad hacia los demás y la devoción al Santísimo Sacramento. Obispos, nobles y reyes le pedían consejo y Alfonso IX y su esposa Berenguela acudían a confesarse con él. Hombre erudito, dirigió el scritorium del monasterio y escribió la gran obra teológica conocida como la Concordia, formada por 54 sermones y 4 explanaciones en los que concilia el Antiguo y el Nuevo Testamento. Murió, según había profetizado él mismo, el 12 de enero de 1203, siendo venerado por el pueblo desde el momento de su muerte.
Otros santos del día:
En Cesárea de Mauritania (hoy Argelia), san Arcadio, mártir, que se escondió en tiempo de persecución, pero, al ser detenido un familiar suyo se presentó espontáneamente al juez y, por negarse a sacrificar a los dioses, sufrió dolorosos tormentos hasta consumar su martirio (hacia 304).
En Constantinopla (Estambul, hoy en Turquía), santos mártires Tigrio, presbítero, y Eutropio, lector, a los cuales, en tiempo del emperador Arcadio, se les acusó falsamente de haber incendiado la iglesia principal y el palacio senatorial como reacción al destierro del obispo san Juan Crisóstomo, y fueron sometidos al martirio bajo Optato, prefecto de la ciudad, partidario del culto a los falsos dioses y contrario a la religión cristiana (406).
En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia (hoy Francia), santa Cesárea, abadesa, hermana del obispo san Cesáreo, quien, para ella y para sus hermanas, escribió una Regla destinada a santas vírgenes (hacia 529).
En Grenoble, en Burgundia (hoy Francia), san Ferreol, obispo y mártir, que fue herido de muerte por un sicario mientras exhortaba a la multitud (hacia 659).
En el monasterio de Wearmouth, en Northumbria (hoy Inglaterra), san Benito Biscop, abad, que peregrinó cinco veces a Roma, de donde trajo muchos maestros y libros para que los monjes reunidos en la clausura del monasterio bajo la Regla de san Benito progresaran en la ciencia del amor de Cristo, en bien de la Iglesia (hacia 690).
En el monasterio de Rievaulx, también en Northumbria (hoy Inglaterra), san Elredo, abad, el cual, educado en la corte del rey de Escocia, ingresó en la Orden Cisterciense, siendo maestro eximio de la vida monástica y promoviendo constante y suavemente, con su ejemplo y sus escritos, la vida espiritual y la amistad en Cristo (hacia 1166).
En la ciudad de León, en España, san Martín de la Santa Cruz, presbítero y canónigo regular, que fue varón experto en Sagrada Escritura (1203).
En Palermo, ciudad de Sicilia (hoy Italia), san Bernardo de Corleone, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, admirable por su caridad y eximio por su penitencia (1667).
En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, santa Margarita Bourgeoys, virgen, que prestó gran ayuda a los colonos y a los soldados, y trabajó para asegurar la formación cristiana de las jóvenes, fundando para ello la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora (1700).
En Preuilly, del Anjou, en Francia, beato Antonio Fournier, mártir, el cual, artesano de oficio, fue fusilado durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia (1794).
En la ciudad de Caen, en Francia, beato Pedro Francisco Jamet, presbítero, que se distinguió por su ayuda a las religiosas Hijas del Buen Pastor y por su trabajo para la restitución de la paz a la Iglesia, después de un tiempo de inestabilidad (1845).
En Viareggio, ciudad de Italia, san Antonio María Pucci, presbítero de la Orden de los Siervos de María, el cual, párroco durante casi cincuenta años, se dedicó sobre todo a atender a los niños pobres y enfermos (1892).
En el lugar llamado Tomhom, cerca de Bangkok, en Tailandia, beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, presbítero y mártir, predicador eximio del Evangelio, que fue encarcelado en tiempo de persecución contra la Iglesia y a causa de la tisis, que contrajo ayudando a los enfermos, falleció de modo ejemplar (1944).
En el monasterio de Asán, en la región de Barbastro, del Reino de Aragón, san Victoriano, que, habiendo nacido en Italia, abrazó la vida monástica, y estando dedicado a la oración en la soledad de las montañas pirenaicas, aceptó la responsabilidad de dirigir el monasterio que después llevó su nombre (hacia 561).
(Del Martirologio Romano)