A veces nos gusta balancearnos en la inseguridad, aún a riesgo de perder el equilibrio y caer al vacío. Mejor estaremos si nos apartamos del precipicio que nos lleva a cometer el mal. No olvidemos que somos débiles y la tentación es siempre fuerte. Tengamos la valentía de alejarnos del precipicio, porque si no lo hacemos, terminaremos por caer en el abismo.
Vivir la fe de forma tibia, poco valor tiene. El cristianismo no es un regalo que se nos haya dado para disfrutar de él en