A veces tenemos la valentía de reconocer que algo que hemos hecho, o dejado de hacer, no ha sido correcto. Pero no basta con reconocerlo, aunque sea un primer paso positivo. Es preciso que prometamos corregir lo que hemos hecho mal. Porque llorar la culpa conlleva la promesa de que nos esforzaremos al máximo para no volver a repetir el error.
No es cristiano negar nuestra ayuda a quienes la necesitan. Tú nos enseñas, Señor, que debemos amarnos los unos a los otros. Y nos das