Nuestra debilidad está en la poca confianza que tenemos en Dios. Nos creemos fuertes y prescindimos de Él. Nos consideramos autosuficientes. Mal asunto, porque construimos nuestra seguridad sobre las arenas movedizas de nuestro egoísmo y de nuestra soberbia. Con estos materiales, estaremos permanentemente sometidos a las inclemencias destructoras. Con Dios, somos fuertes. Sin Él, estamos derrotados. ¿Seremos humildes para entender esta gran verdad?
Dicen que existen tantas verdades como personas hay. En esta sociedad donde el relativismo y el egoísmo parecen dominarlo todo, son necesarios creyentes dispuestos a