Nuestras obligaciones no debemos trasladarlas a los demás, pues son únicamente de nuestra responsabilidad. Bueno es que aprendamos a dejar de estar pendientes de lo que hacen otros, evitando juicios que no nos corresponde hacer. Preocupémonos más de actuar como es nuestro deber de creyentes, complaciendo así a Dios. No pongamos nunca excusas sobre lo que son, hacen o dicen los demás para no asumir que los responsables de ser buenos o malos somos nosotros mismos.
Desde la humildad y el sometimiento total a la voluntad de Dios, María nos marca el camino que hemos de seguir, si realmente deseamos contribuir