¡Cuántas veces juzgamos a los otros sin compasión alguna! Más nos valdría estar abiertos al perdón hacia los que no piensan como nosotros, o a los que yerran en sus actos. Ser justos exige que seamos más severos con nosotros mismos y menos justicieros con los demás. A menudo actuamos con crueldad y exigimos el castigo en vez de ofrecer y pedir el perdón para los que se han equivocado.
Como cristianos estamos llamados a tender puentes con todos los que nos rodean. Por eso debemos destruir los muros interiores que nos impiden ver en