Jesús no es el Dios de la ira, sino el Padre que perdona siempre. Basta acudir a él con la confianza del hijo que reconoce que se ha equivocado, que lo ha hecho mal, que no ha sabido enfrentarse a los peligros, sino que se ha metido en ellos para terminar cayendo en el precipicio. Siempre podemos pedir ayuda, pedir perdón, confiados en que siempre se nos dará esa ayuda y se nos perdonará. Acudamos a nuestro Padre Dios, que es misericordia, amor, entrega, generosidad. No somos una causa perdida, por mucho mal que hayamos hecho, sino unos hijos que acudimos a cobijarnos en el amor de Dios. Él nunca nos rechazará.
Una persona rencorosa no va por buen camino. Quien desea ser buen cristiano, aparta de sí el rencor para poder abrazar a los demás con