No encontraremos la verdad en el alboroto del mundo, sino dentro del corazón de cada uno, siempre que nos mostremos humildes y abiertos a aceptar nuestra pequeñez y dispuestos a caminar por el sendero que el Señor nos ha marcado. La verdad nos hace libres, pero para hallarla es preciso que soltemos el lastre de las cadenas que la atan por causa de las mentiras que nos esclavizan. En la paz interior, la auténtica, la que no tiene miedo a despojarse de los ropajes mundanos, nos conocemos tal cual somos, criaturas pobres de un Dios que nos ama.
Claro que la verdad a veces duele, como cuando nos la aplicamos a nosotros mismos y no coincide con nuestra manera de actuar. Decirla a